jueves, 18 de abril de 2013

SABER PERDER, SABER GANAR


Este es el título de un artículo de psicología del deporte que nos han recomendado.
En él podemos aprender de la mano de dos importantes figuras del tenis como son Roger Federer y Rafa Nadar, lo importante de una buena educación en valores, en un mundo tan competitivo como es el deportivo.
Como muy bien se destaca en este artículo, lo qué se aprende de estos grandes deportistas es que:

"La vida no es un camino de rosas y por tanto los niños tienen que aprender a tolerar la frustración y a sobreponerse de ella. Además, tienen que saber asumir la victoria, y que no se crean más de lo que son"


Aquí destacamos algunos párrafos del artículo, el cual se puede leer completo en la siguiente dirección web:


"En esta sociedad tan competitiva –y el deporte no es una excepción-, no es raro que todos intenten destacar. Está configurado en nuestras mentes que hay que ser los mejores, y vivimos constantemente comparándonos con otros en diversos ámbitos y áreas de nuestro quehacer. Pero no se puede olvidar la importancia de saber perder y aceptar, que en ocasiones, no siempre todo saldrá bien".
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"En parte por la misma razón, es habitual que en el otro extremo nos encontremos niños –y grandes- que ganan y humillan a su adversario, o que van fanfarroneando por ahí con sus éxitos. Ni lo uno ni lo otro. Saber ganar también tiene sus reglas. Igualmente insufrible que un mal perdedor es un vencedor presuntuoso. Lo primero que ha de hacer un vencedor es dirigirse a su adversario deportivo y valorar su juego. Hay que enseñar a los niños que lo importante es participar, prepararse y esforzarse en dar lo mejor de sí mismo"
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"Este aprendizaje de la elegancia moral no se improvisa; ha de iniciarse desde muy pequeño, cuando el niño empieza a jugar con sus padres. En muchas ocasiones éstos le dejan ganar para que el niño no se frustre y se sienta bien. Esto no está mal, a veces hay que dejarle ganar para que el niño tenga interés en mejorar, pero también hay que dejar que pierda para que no se crea que él todo lo puede, y luego se lleve un chasco con otros que no le van a dejar ganar.

No vale decirle al niño que no pasa nada por perder, que lo importante es participar, y luego cuando el papá ve en la tele que su equipo de fútbol va perdiendo no se cansa de soltar improperios y descalificativos. El niño se siente engañado.

El hecho de que el niño se enfade cuando pierde es una reacción normal. A nadie le gusta perder, y menos a un niño. Ellos lo viven como un fracaso, y como viven en el presente, el futuro les queda muy lejos, y por tanto les cuesta darse cuenta que perder una batalla no significa perder la guerra.

Como padres podemos tener en cuenta una serie de aspectos:
•  Hay que ser consecuentes entre lo que decimos y hacemos. Tenemos que aprender también nosotros a perder y a medir nuestras reacciones. En el día a día hay que reconocer el mérito del que se esfuerza, del que mejora y no solamente del que gana (p.ej. hemos perdido el partido pero los jugadores han luchado muy bien).
•  Cuando el adulto gane o pierda con el niño o con otros, debe mostrarles consideración (p.ej. "He ganado, pero no ha sido fácil, tirabas los balones con mucha fuerza", o "Felicidades, has ganado. Te has portado como un gran jugador").
•  Es normal que tras perder uno se sienta un poco triste y decepcionado, pero no se deben permitir reacciones desproporcionadas (agresiones verbales, físicas o contra el material). Si se producen hay que dejar muy claro al niño que en esas condiciones no puede jugar y se quedará fuera del grupo hasta que se calme.
•  Se gane o se pierda hay que felicitar o solidarizarse con el adversario("Lo has hecho muy bien", o "lo siento. Ha sido un placer jugar contigo").
•  Tanto los padres como los hijos tienen que aprender a hacer examen de su conducta para saber en qué aspectos tiene que mejorar. Es más fácil criticar al otro que a uno mismo. Cuando el niño esté triste porque ha perdido, ayudadle a analizar el partido y hacedle preguntas sobre qué se podría haber evitado o qué se puede cambiar para la próxima vez, en función de su edad. Para poder hablar de la derrota a veces hay que esperar a que el niño se calme un poco y lo pueda ver con un poco de distancia. En el momento de la frustración es difícil dialogar y ver las cosas. Esto no vale sólo para el deporte, sino también para los fallos de comportamiento que haya podido tener en general.
•  Se le debe enseñar a jugar limpio. Establecidas unas reglas, hay que respetarlas. Si los niños son pequeños no debe haber muchas. Además, éstas no se pueden cambiar cuando a uno le interesa. Conviene acostumbrarse a no protestar ni quejarse, sino a aceptar las decisiones del árbitro, los fallos de los compañeros o los propios, y seguir luchando por la victoria con ilusión y honestidad, aprendiendo de los errores."

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